Chachá mi perra, mi compañera, ha sido un gran apoyo estos meses, siempre acompañándome en mis viajes semanales a Madrid y aguardándome 9 horas en la habitación de la maravillosa casa de mi amiga de la infancia María Luna, una peazo de casa en un 9º piso con unas vistas increíbles y sitio para la Chachi. Cuando llegaba de las prácticas la compensaba con paseo de dos horas por el monte del "Pardo". Serán las fotos que acompañen este post ya que no me dan permiso para publicar fotos de los usuarios.
Normalmente hay que asistirles de forma
constante, desde que cruzan la puerta por la mañana, algunos ya desde el
autobús. La llegada de los usuarios al Centro es algo que me llamaba mucho la
atención y siempre que podía, en general, los miércoles, bajaba a echar una
mano. Muchos de ellos llegan al Centro traídos por sus padres o familiares y no
podía dejar de observarlos y sentir una mezcla de tristeza y a la vez de
ternura al ver cómo proporcionaban ayuda a sus hijos y el cariñoso trato al
acompañarles al interior y despedirse.
Uno de los días me enviaron de refuerzo
al Centro de Día, en la planta baja, sólo estuve 5 horas, pero me sirvió para
darme cuenta de cómo la privación de la autonomía marca la diferencia en las
personas con discapacidad. Aquí es necesario asistencia constante, para
levantarse, ir al baño, alimentarse, etc. Me pareció muy duro e intenso y
bastante agotador pero a la vez una tarea única, preciosa y de verdadera ayuda
y vocación. De todos modos he de decir que me sentía agradecida de estar en el
Ocupacional y saber que al día siguiente regresaría con ellos, donde me queda
la sensación no de poder hacer más por ellos sino de sentir que con lo que se
hace, hay más posibilidades de ver resultados positivos.
Como hechos singulares y que me han
servido de aprendizaje quiero compartir algunas experiencias como aquel día en
que, sabiendo la pasión de Alberto (autista) por la música heavy y por ACDC, le
traje una lata de edición limitada, con las siglas del grupo en su diseño y su
respuesta fue cogerla en sus manos y devolvérmela casi sin mirarla, como si no
entendiera nada y como si yo le estuviera gastando una broma. Me sirvió para
darme cuenta de que en estos trastornos, muchas veces falla la capacidad de
desarrollar un pensamiento abstracto o de relación y asociación en determinados
casos. Sin embargo, Alberto asocia las caras redondas con la belleza y le
atraen, dándose su especial predilección por una usuaria Down, con mutismo
selectivo, con muy baja capacidad de respuesta, a quien sin embargo Alberto,
logra hacerla reír con frecuencia. A otro de los usuarios a quien más se acerca
es a Rolando, que tiene algo de sobrepeso y una cara bien redonda.
Otro hecho singular fue cuando en el
Centro de Día, a la hora de darles de comer, me tocó con Rubén, otro autista
que se demora mucho tiempo en masticar y hay que ayudarle y yo hice un par de
veces como se hace con los niños pequeños que les dices “ahhh” para que abran la
boca y él casi se asustó pensando que yo gritaba por algo. Otra lección
aprendida sobre su tipo de pensamiento tan concreto y su incapacidad para
entender dobles sentidos.
Del mismo modo, hubo un episodio,
también en el Centro de Día, aquel primer día en que allí me recibían, que me
dejaron sola a cargo de la sala de los autistas y había uno, Javi, que no
dejaba de darse golpes en la cabeza con la mano abierta y de hacer unos ruidos
tremendos. Yo estaba tratando de enseñar a su compañera como manejar las piezas
de un puzzle, cuando éste la agarró del pelo.
Conseguí apartarle las manos y sin saber bien que hacer, con sus dos
manos sujetas por las mías, los dos de pie y en medio de nosotros sentada su
compañera, empecé a balancearme con él y a cantarle una nana para que se
relajara. Fue muy curioso porque de pronto todos dejaron de hacer ruidos y me
miraban como anonadados, pero relajados.
Si algo he aprendido en estos meses, es
el tremendo poder de la música, que actúa como un bálsamo y motiva hacia la alegría.
El mejor momento del día para mí era el Taller de Ocio, donde cada uno, tras 3
aciertos sobre el lenguaje de signos, podía escoger canción en “You Tube”. Me
sorprendía cómo eran capaces de desplegar todo un repertorio de canciones
preciosas y con un poquito de estimulación, terminaban casi todos de pie
bailando, hasta María, la que apenas respondía frente al mundo.
Otra cosa que me sorprendió bastante, es
la baja capacidad de recuerdo en general, de lo aprendido. Por mucho que cada día,
repasáramos una y otra vez los signos de los colores, transportes, meses o días
de la semana, era bien difícil que los recordaran. Eso me hizo darme cuenta de
que mi ansiado objetivo de enseñarles a leer y escribir a aquellos que no
sabían, era algo prácticamente imposible.
Sin embargo, estoy absolutamente
convencida después del tiempo con ellos, que son mucho más capaces de entender
que lo que la gente imagina desde fuera y que ni ellos mismos se dan cuenta de
que pueden con mucho más de lo que creen, sólo necesitan una atención mucho más
personalizada, lo cual ya sabemos que dada la situación actual no favorece
esto.
Como conclusiones decir que si de algo
me ha servido mi paso por el Centro, es para darme cuenta de que me encanta esta área, pues es un colectivo con el cual me siento
cómoda trabajando.
También me ha servido para darme cuenta de que tengo mucha más paciencia de la
que pensaba.
Me sorprende lo agradecidos que son este
tipo de personas, el hecho de que si tú les tratas con respeto y cariño es muy
fácil ganarte su confianza y su aceptación y desde ahí trabajar de una forma
sencilla, muy concreta y ajustando las expectativas a su realidad.
Antes de finalizar quiero resaltar la
gran labor que realizan los profesionales del Centro, que forman un mosaico de
distintas actitudes y formas de trato que unidas, componen una sinergia que
hace que los usuarios lleguen contentos y con ganas al Centro y pasen un día
agradable. Del mismo modo no quiero dejar de mencionar a Lourdes, la psicóloga a cargo del Centro Ocupacional, con una gran experiencia profesional y de vida, alguno de cuyos capítulos compartió conmigo y de los que extraigo una gran lección de coraje y superación. Fue muy generosa conmigo tanto en la cantidad de materiales de interés que me entregó para mi futuro desarrollo profesional, a la hora de darme sus sabios consejos y por su apertura y su confianza al permitirme hacer entrega a los usuarios de mis enseñanzas terapéuticas. Cálida en su recepción, firme en su trato, favorece el adecuado desarrollo del día a día del Centro.
El último día me hicieron una despedida
muy emotiva y cada taller me entregó un regalo hecho por ellos. Lo mejor, un
cuaderno con dedicatorias de los usuarios y de los profesionales, que guardaré
como uno de mis más preciados tesoros.
Haber elegido el Centro de “Manos
Tendidas”, en Madrid, no podía haber sido mejor elección y agradezco a la UNED,
a Dios y a la vida por haberme llevado hasta ellos y haberme puesto en el camino
a personas tan bonitas e interesantes.