viernes, 4 de julio de 2014

Mi paso por "Manos Tendidas" (Parte 2ª)

Chachá mi perra, mi compañera, ha sido un gran apoyo estos meses, siempre acompañándome en mis viajes semanales a Madrid y aguardándome 9 horas en la habitación de la maravillosa casa de mi amiga de la infancia María Luna, una peazo de casa en un 9º piso con unas vistas increíbles y sitio para la Chachi. Cuando llegaba de las prácticas la compensaba con paseo de dos horas por el monte del "Pardo". Serán las fotos que acompañen este post ya que no me dan permiso para publicar fotos de los usuarios.



Normalmente hay que asistirles de forma constante, desde que cruzan la puerta por la mañana, algunos ya desde el autobús. La llegada de los usuarios al Centro es algo que me llamaba mucho la atención y siempre que podía, en general, los miércoles, bajaba a echar una mano. Muchos de ellos llegan al Centro traídos por sus padres o familiares y no podía dejar de observarlos y sentir una mezcla de tristeza y a la vez de ternura al ver cómo proporcionaban ayuda a sus hijos y el cariñoso trato al acompañarles al interior y despedirse.

Uno de los días me enviaron de refuerzo al Centro de Día, en la planta baja, sólo estuve 5 horas, pero me sirvió para darme cuenta de cómo la privación de la autonomía marca la diferencia en las personas con discapacidad. Aquí es necesario asistencia constante, para levantarse, ir al baño, alimentarse, etc. Me pareció muy duro e intenso y bastante agotador pero a la vez una tarea única, preciosa y de verdadera ayuda y vocación. De todos modos he de decir que me sentía agradecida de estar en el Ocupacional y saber que al día siguiente regresaría con ellos, donde me queda la sensación no de poder hacer más por ellos sino de sentir que con lo que se hace, hay más posibilidades de ver resultados positivos.

Como hechos singulares y que me han servido de aprendizaje quiero compartir algunas experiencias como aquel día en que, sabiendo la pasión de Alberto (autista) por la música heavy y por ACDC, le traje una lata de edición limitada, con las siglas del grupo en su diseño y su respuesta fue cogerla en sus manos y devolvérmela casi sin mirarla, como si no entendiera nada y como si yo le estuviera gastando una broma. Me sirvió para darme cuenta de que en estos trastornos, muchas veces falla la capacidad de desarrollar un pensamiento abstracto o de relación y asociación en determinados casos. Sin embargo, Alberto asocia las caras redondas con la belleza y le atraen, dándose su especial predilección por una usuaria Down, con mutismo selectivo, con muy baja capacidad de respuesta, a quien sin embargo Alberto, logra hacerla reír con frecuencia. A otro de los usuarios a quien más se acerca es a Rolando, que tiene algo de sobrepeso y una cara bien redonda.



Otro hecho singular fue cuando en el Centro de Día, a la hora de darles de comer, me tocó con Rubén, otro autista que se demora mucho tiempo en masticar y hay que ayudarle y yo hice un par de veces como se hace con los niños pequeños que les dices “ahhh” para que abran la boca y él casi se asustó pensando que yo gritaba por algo. Otra lección aprendida sobre su tipo de pensamiento tan concreto y su incapacidad para entender dobles sentidos.

Del mismo modo, hubo un episodio, también en el Centro de Día, aquel primer día en que allí me recibían, que me dejaron sola a cargo de la sala de los autistas y había uno, Javi, que no dejaba de darse golpes en la cabeza con la mano abierta y de hacer unos ruidos tremendos. Yo estaba tratando de enseñar a su compañera como manejar las piezas de un puzzle, cuando éste la agarró del pelo.  Conseguí apartarle las manos y sin saber bien que hacer, con sus dos manos sujetas por las mías, los dos de pie y en medio de nosotros sentada su compañera, empecé a balancearme con él y a cantarle una nana para que se relajara. Fue muy curioso porque de pronto todos dejaron de hacer ruidos y me miraban como anonadados, pero relajados.

Si algo he aprendido en estos meses, es el tremendo poder de la música, que actúa como un bálsamo y motiva hacia la alegría. El mejor momento del día para mí era el Taller de Ocio, donde cada uno, tras 3 aciertos sobre el lenguaje de signos, podía escoger canción en “You Tube”. Me sorprendía cómo eran capaces de desplegar todo un repertorio de canciones preciosas y con un poquito de estimulación, terminaban casi todos de pie bailando, hasta María, la que apenas respondía frente al mundo.

Otra cosa que me sorprendió bastante, es la baja capacidad de recuerdo en general, de lo aprendido. Por mucho que cada día, repasáramos una y otra vez los signos de los colores, transportes, meses o días de la semana, era bien difícil que los recordaran. Eso me hizo darme cuenta de que mi ansiado objetivo de enseñarles a leer y escribir a aquellos que no sabían, era algo prácticamente imposible.



Sin embargo, estoy absolutamente convencida después del tiempo con ellos, que son mucho más capaces de entender que lo que la gente imagina desde fuera y que ni ellos mismos se dan cuenta de que pueden con mucho más de lo que creen, sólo necesitan una atención mucho más personalizada, lo cual ya sabemos que dada la situación actual no favorece esto.

Como conclusiones decir que si de algo me ha servido mi paso por el Centro, es para darme cuenta de que me encanta esta área, pues es un colectivo con el cual me siento cómoda trabajando. También me ha servido para darme cuenta de que tengo mucha más paciencia de la que pensaba.

Me sorprende lo agradecidos que son este tipo de personas, el hecho de que si tú les tratas con respeto y cariño es muy fácil ganarte su confianza y su aceptación y desde ahí trabajar de una forma sencilla, muy concreta y ajustando las expectativas a su realidad.

Antes de finalizar quiero resaltar la gran labor que realizan los profesionales del Centro, que forman un mosaico de distintas actitudes y formas de trato que unidas, componen una sinergia que hace que los usuarios lleguen contentos y con ganas al Centro y pasen un día agradable. Del mismo modo no quiero dejar de mencionar a Lourdes, la psicóloga a cargo del Centro Ocupacional, con una gran experiencia profesional y de vida, alguno de cuyos capítulos compartió conmigo y de los que extraigo una gran lección de coraje y superación. Fue muy generosa conmigo tanto en la cantidad de materiales de interés que me entregó para mi futuro desarrollo profesional, a la hora de darme sus sabios consejos y por su apertura y su confianza al permitirme hacer entrega a los usuarios de mis enseñanzas terapéuticas. Cálida en su recepción, firme en su trato, favorece el adecuado desarrollo del día a día del Centro.

El último día me hicieron una despedida muy emotiva y cada taller me entregó un regalo hecho por ellos. Lo mejor, un cuaderno con dedicatorias de los usuarios y de los profesionales, que guardaré como uno de mis más preciados tesoros.


Haber elegido el Centro de “Manos Tendidas”, en Madrid, no podía haber sido mejor elección y agradezco a la UNED, a Dios y a la vida por haberme llevado hasta ellos y haberme puesto en el camino a personas tan bonitas e interesantes.

Mi paso por "Manos Tendidas" (Parte 1ª)

He estado ausente mucho tiempo, se que uno de mis compromisos de comienzo de año fue publicar un capítulo mensual del "Curso de Milagros", tampoco he cumplido el de que nadie me vería fumando durante el día, pero como hay que fijarse siempre en lo que hay en lugar de lo que falta, ahí va un porqué de mi ausencia este tiempo, que encuentro más que justificada, mis prácticas del Máster en "Manos Tendidas", una Fundación para discapacitados.

Las hice en Madrid y para llegar a ellas tenía que coger varios trenes y metros. Este era el paisaje cada mañana al subirme al tren, de nuevo en mi ciudad, tras 15 años fuera.




Mi primer día fui recibida por Susana, una usuaria con retraso mental y otros problemas asociados, que nada más ingresar yo a la planta y por encontrarse ellos en el recreo, se dirigió a mí con cara de pocos amigos y yo temiendo lo peor, recibí uno de los abrazos más sentidos y profundos que nunca había recibido en mi vida. Es curioso pero mi último día ella fue la primera en volver a acercarse a mí, sabiendo que era el día de mi partida y con llanto desconsolado, me abrazó y también me hizo llorar.

Eso de los abrazos se convirtió en algo asiduo, no solo por parte de ella, hasta el punto de buscar cada mañana el abrazo de Tino, un adulto mayor con parálisis cerebral, que da los abrazos más apretados que uno puede soportar. Tino se pasa las horas del recreo pasando las páginas de un grueso diccionario, de atrás hacia adelante, una por una, de forma metódica y absolutamente concentrado, de manera que si se le pasan dos páginas a la vez, vuelve a iniciar todo el proceso. Generalmente le asignan la tarea de recortar papelitos de periódico, para su posterior uso mezclándolo con cola para formas piezas decorativas y él se pasa horas entregado en cuerpo y alma a esta tarea. Me llama la atención su atracción por manipular el papel.

Los abrazos no son los únicos gestos de amor que recibes, en todo momento te lanzan mensajes como ¡Guapa!; ¿Hoy nos toca verdad?; ¿Vienes mañana? Y todo tipo de mensajes de ánimo y motivación. Sales de allí con la autoestima inflada y sintiéndote verdaderamente útil. Y no puedo por menos que formularme la pregunta: ¿Valora alguien normal así tu trabajo?...



Mi primera tarea cada día en el Centro consistió en acompañar a la persona encargada de poner las mesas del comedor y ayudarla. Algo tan monótono y que pudiera resultar tedioso se convirtió en la forma de hacer ejercicio a primera hora, espabilarte y mantener una conversación amistosa con alguien que a día de hoy se ha convertido en mi amiga. Además de enterarme cuál iba a ser la comida del día y poder responder a Alberto, un autista que siempre me preguntaba por el menú.

Los días que no estaban mis pacientes o que no me tocaba con ellos o con otra actividad programada, era un placer acompañar a la Maestra del Taller 1, que también se ha convertido en una gran amiga, pues el rato en su aula está lleno de momentos agradables, con los comentarios de Alberto, que nunca dejan de impresionarme como: “Reyes, ¿qué significa ACDC?”; “Reyes, no me acuerdo cómo me llamo”; “Cómo chisporrotea el agua”; “Qué significa música dura, me apetece, me apetece”. Es muy peculiar y se aprecia la sobreprotección que reciben muchos en sus casas, pues no es capaz de colgar su chaqueta correctamente y olvida que lleva el abono transportes en su bolso, cosas así.

Las afirmaciones de Guillermo, con su forma precipitada de hablar, sus exaltaciones patrióticas, los piropos de Any, una chica con síndrome de Down, las historias de Pilar sobre su sobrina, cuya ruta escolar pasa cerca del Centro y cualquier autobús que ve pasar  piensa que es el de su sobrina.

Una de la usuarias que más ha llamado mi atención, Lucía, una joven muy agraciada que yo pensaba que era autista hasta que fui informada de que desarrolló un Trastorno Disociativo de la Personalidad, tras una traumática operación con 3 años. Ella tiende a repetir lo que escucha y tiene conductas repetitivas, manierismos y obsesiones. Le obsesiona el tiempo que pasa en el cuarto de baño, lavarse las manos de forma constante, deshacer y rehacer su peinado, secarse las manos con la máquina del baño hasta que ésta ha terminado, dos veces si puede. Es tan acusado que hay que avisarla media hora antes de que acudan a recogerla para que se vaya al baño y le dé tiempo.


Otro usuario que me llegó al corazón fue Carlos, con síndrome Down, el cual aprovecha la menor ocasión para arrimarse a ti o hacerte caricias en los dedos, con una sensibilidad tal que te desborda completamente.

Continúa en el siguiente post....